Cuando el autor tenía seis años vio una vez una lámina magnífica, sobre el bosque Virgen.
Representaba a una serpiente boa tragándose una fiera. Reflexionó mucho sobre las aventuras de la
selva, logró trazar con un lápiz de color su primer dibujo. Cuando le mostró su obra a los mayores
les preguntó si les asustaba su obra. Lo que dijeron fue:
– ¿Por qué tiene que asustar un sombrero?
Entonces dibujó el interior para que lo comprendieran. Los mayores le aconsejaron que dejara los
dibujos y se concentrara más en otras cosas. Eligió otro oficio y aprendió a pilotar aviones. Voló por
todo el mundo. Cuando encontró una relación que le pareció un poco lúcida, hizo su dibujo número
uno. El quería saber si era verdaderamente comprensiva, pero siempre respondían -Es un sombrero-.
Entonces no le decía nada sobre aquel libro que leyó. Le hablaba de cosas de mayores. Vivió así
solo, hasta que tuvo una avería, hace seis años. Algo en el motor se había roto. Y como no había
nadie con el, se dispuso a realizar una reparación difícil. La primera noche durmió a mil millas de
toda tierra habitada, le despertó una vocecita extraña que decía:
-Dibújame un cordero.
Se frotó los ojos y vio un hombrecito. Miró la aparición con los ojos absortos por el asombro. El
hombrecito no tenía en absoluto la apariencia de un niño perdido.
Cuando logró hablar le dijo que qué hacia allí. Entonces repitió:
-Dibújame un cordero.
Cuando le dibujó unos cuantos corderos el hombrecito se quejaba así que le dibujó una caja y
dentro estaba el cordero, así fue como conoció al principito.
Cuando el principito le contó cómo era su casa y todas las aventuras, se hicieron muy amigos.